El Tratado Antártico, creado y firmado en 1959 por una docena de países -entre ellos Argentina- estableció: “La Antártida será una reserva natural, consagrada a la paz y a la ciencia”. Y así es hasta hoy, ahora reconocido por cuarenta y ocho naciones.

La actividad científica nacional en la Antártida se desarrolla en campamentos desplegados en las bases argentinas –hay seis bases permanentes, llamadas Carlini, Orcadas, Esperanza, Marambio, San Martín y Belgrano II, y siete bases temporarias, bautizadas como Brown, Primavera, Decepción, Melchior, Matienzo, Cámara y Petrel-. También a bordo de buques de investigación y en cooperación con proyectos científicos extranjeros.

Una breve descripción de la Antártida

Es el último continente alcanzado por los seres humanos y, a diferencia del Ártico, la Antártida carece de habitantes autóctonos.  Está cubierto casi en su totalidad por hielo: cerca de un 98 por ciento, lo que representa más de las tres cuartas partes del agua dulce existente en la Tierra. Su población se renueva  y  está integrada por científicos y técnicos que realizan tareas de investigación y por personal que desarrolla labores logísticas, y es mucho más numerosa en verano, época en la que tienen lugar la mayoría de las campañas científicas.

Tiene un tamaño superior al de Australia y algo menor que el de América del Sur. Es un continente rodeado por océanos. Las montañas Transantárticas, una alineación elevada de unos 4000 km de longitud, dividen el continente en dos partes desiguales: la Antártida occidental y la Antártida oriental. En la Antártida existen algunos volcanes activos, como el de la isla Decepción, en el sector septentrional de la península Antártica, o el Erebus. Se conocen más de 150 lagos ocultos bajo el hielo antártico.

Que se investiga y cuáles fueron los descubrimientos más relevantes

Los estudios científicos que se realizan en la Antártida suelen ser aquellos que normalmente no se pueden realizar en otros lugares y ayudan a comprender los problemas ambientales globales, como el cambio climático, la disminución de la capa de ozono y el aumento del nivel del mar. La Antártida también es un barómetro del cambio climático.

En 1985 los británicos Joe Farman, Brian Gardiner y Jon Shanklin descubrieron un agujero en la capa de ozono. El hallazgo se publicó en la revista científica Nature y dio pistas reveladoras del nivel de avance de la contaminación atmosférica, sirvió de alerta a la comunidad mundial sobre la posible expansión del agujero a otras partes del mundo y puso en agenda los peligros para la salud de, por ejemplo, la exposición al sol.

Desde la Base Marambio Sergio Dasso, investigador principal del Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE, CONICET-UBA) ha trabajado en la instalación del primer detector de rayos cósmicos por radiación Cherenkov que se ubica en una base Argentina en la Antártida.

La base Carlini

La Base Carlini en considerada como una de las principales instalaciones científicas permanente en la Antártida Argentina, donde se realizan investigaciones científicas siendo las más relevantes sobre la biología costera y terrestre, oceanografía, geología y glaciología.

El origen de la base data de 1953, cuando la Armada Argentina instaló el Refugio Naval Caleta Potter, luego Estación Aeronaval. En 1954 pasó a llevar el nombre del Teniente José Isidro Jubany, piloto de la Aviación Naval que había fallecido en un accidente aéreo. Reclasificada como Destacamento Naval, el 12 de febrero de 1982 fue transferida a la DNA-IAA y se la denominó Estación Científica Jubany, hasta que en marzo de 2012 fue renombrada en homenaje al Dr. Alejandro Ricardo Carlini, reconocido científico del Instituto Antártico.

En Carlini además funciona desde 1994 el Laboratorio Dallman a través de un convenio con el Instituto Alfred Wegener de Alemania. En sus cuatro laboratorios, su acuario y el resto de sus instalaciones trabajan también científicos de otros países con los que se poseen convenios internacionales. Asimismo, a través de un acuerdo con el Instituto Nacional de Oceanografía y Geofísica Experimental de Trieste en Italia fue instalada en 2001 una estación sismológica permanente.

Un hallazgo que puede cambiar la historia de la Antártida

Hace aproximadamente 100 millones de años, la Antártida disfrutó de condiciones climáticas templadas y estuvo atravesada por extensos sistemas fluviales hasta el final del Eoceno.

Un descubrimiento sorprendente en el extremo sur del planeta capturó la atención de la comunidad científica internacional. Un reciente estudio de geociencia dio a conocer las condiciones de vida en la Antártida hace más de 34 millones de años. Este hallazgo ofrece una nueva perspectiva sobre el pasado de la región y abre la puerta a futuras investigaciones sobre la evolución geológica y climática.

Un equipo de científicos alemanes de la Universidad de Bremen, liderados por Johann Klages, el investigador sedimentólogo del Instituto Alfred Wegener y coautor del estudio en conjunto con científicos del Instituto Alfred Wegener y varios institutos colaboradores de Gran Bretaña, Irlanda y Suecia, realizaron este hallazgo significativo en el continente antártico. Los investigadores descubrieron evidencias de un vasto “sistema fluvial antiguo” que una vez recorrió la zona. Dicho descubrimiento proporciona nuevas y valiosas perspectivas sobre la geografía y el clima de la Antártida en épocas pasadas y revela que el continente podría haber albergado extensos ríos y sistemas de agua que eran muy diferentes a los que se conocen hoy en día.

Claramente, este descubrimiento pone el foco en las drásticas transformaciones que sufrió el continente a lo largo de millones de años y ofrece una perspectiva única sobre cómo los cambios climáticos moderaron de manera relevante la geografía antártica.

Detectan por primera vez la presencia de microplásticos en la atmósfera antártica

En un estudio pionero interdisciplinario investigadores de la Universidad Nacional de La Plata detectaron, por primera vez en la historia, la presencia de microplásticos en el aire de la Antártida.

El equipo de trabajo del Centro de Química Inorgánica (CEQUINOR) perteneciente a la Facultad de Ciencias Exactas de la UNLP, al CONICET y asociado a la CIC, analizó y caracterizó las muestras provenientes del monitoreo atmosférico realizado durante un año en los alrededores de la estación científica Base Carlini, ubicada en la Isla 25 de Mayo perteneciente al archipiélago de las Islas Shetland del Sur en la Península Antártica.

Si bien el continente antártico suele considerarse una región prístina y libre de contaminación antropogénica, la presencia humana debido a la investigación científica, las actividades pesqueras, el turismo y el transporte de partículas desde regiones remotas han generado la presencia de residuos plásticos en la región

La problemática del plástico

Actualmente, la producción anual de plástico supera los 430 millones de toneladas, de las cuales más de dos tercios son productos de corta duración que rápidamente se convierten en desechos. La cantidad de residuos plásticos descartados tras un solo uso alcanzó los 139 millones de toneladas en 2021, lo que destaca el impacto significativo en la salud de los ecosistemas.

En este sentido, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) viene incorporando hace años el problema emergente de la contaminación por plásticos y microplásticos en el medioambiente.

¿Qué son los microplásticos?

Los materiales plásticos, expuestos en el medioambiente a la radiación solar, la abrasión y al tiempo, se degradan en fragmentos cada vez más pequeños llamados microplásticos (definidos generalmente menores a 5 mm), e incluso a niveles de nanoplásticos (menores a 1 micra), aumentando exponencialmente la cantidad de partículas plásticas con disponibilidad en los ecosistemas.  A este tipo de materiales se los denomina “microplásticos secundarios”, los cuales también incluyen la enorme cantidad de fibras sintéticas liberadas del lavado de ropa doméstica y a través de las plantas de tratamiento de aguas residuales, cuya naturaleza química incluye poliésteres, poliamidas, poliacrilonitrilos y fibras semisintéticas de naturaleza celulósica.

Otra fuente de materiales plásticos liberados al medioambiente son los denominados “microplásticos primarios”, los cuales fueron sintetizados de esas dimensiones para ser agregados en productos comerciales, tales como los de cuidado personal (pastas dentales, exfoliantes faciales y corporales, entre otros).

En lo que respecta a la contaminación atmosférica, los investigadores destacan que “la contaminación por microplásticos en el aire (AMP, de las siglas en inglés Airborne Microplastic Pollution) contribuye a las partículas de aerosol, impactando significativamente en el cambio climático y la salud de los ecosistemas. Se han reportado estudios donde se destaca el rol potencial de las AMPs en los procesos de formación de nubes pudiendo impactar en los patrones de precipitaciones locales, como así también involucrarse en los procesos radiativos globales del planeta. ”El transporte masivo de estas partículas a las regiones polares y su deposición sobre la nieve o el hielo puede acelerar los procesos de fusión en la criósfera”.

El hallazgo principalmente de microfibras de origen textil y plásticas en los tres sitios de monitoreo, observando claras diferencias tanto en la cantidad como en el tipo de plásticos poliméricos encontrados. Mientras que en los sitios dentro de la estación científica muestran la mayor cantidad de partículas y una amplia variedad de composiciones químicas, el sitio más alejado de la estación presenta una menor distribución de tipos de plásticos.

Los investigadores mencionan que “el transporte de partículas atmosféricas de largo alcance producido por masas de aire provenientes de áreas remotas, así como el transporte de corto alcance por vientos o actividad antrópica local, son los principales responsables de la contaminación por microplásticos atmosféricos hallada en esta región de la Península Antártica”.

En este sentido, el investigador del CIMA, Gabriel Silvestri, coordinador de la iniciativa junto con el Dr. Vodopidez, comenta que “para aclarar el papel del transporte de largo alcance y determinar si los microplásticos detectados en la estación Carlini pueden tener su origen en ciudades del sur de América del Sur, estamos actualmente realizando estudios que consideran las trayectorias de partículas desde los principales centros urbanos patagónicos”.

“Nuestros hallazgos resaltan la necesidad de expandir la red de monitoreo a estaciones científicas adicionales y regiones remotas con una actividad humana mínima. Aumentar el número de sitios de observación y realizar estudios complementarios sobre la dispersión aérea fortalecerá las evaluaciones de posibles fuentes de contaminación de largo alcance”, concluyeron los científicos.

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